Mujeres y hombres de 40 y más

La “crisis de la mediana edad” no aparece justo el día en que la persona sopla las 40 velas pero en mayor o menor medida se desarrolla en torno a esa edad.

Antes de nada, es importante entender qué significa la palabra crisis. Crisis (del latín crisis, a su vez del griego κρίσις)1 es una coyuntura de cambios en cualquier aspecto de una realidad organizada pero inestable, sujeta a evolución. Los cambios críticos, aunque previsibles, tienen siempre algún grado de incertidumbre en cuanto a su reversibilidad o grado de profundidad.

Por lo tanto, la vida, que nos mantiene en constante evolución, ineludiblemente nos regala crisis en determinados momentos de nuestra vida, algunos por circunstancias imprevistas y otras por veces producto del proceso madurativo por el que todos pasamos.

De hecho, existen dos tipos de crisis relacionadas a la edad. Una de ellas es la evolutiva, que tiene que ver con los años que tenemos y nuestros cambios biológicos. La otra es circunstancial, motivada por los cambios en el entorno pero que también nos afecta en lo personal. La crisis de los 40 años está incluida en el primer grupo.

Así pues, las crisis no son ni buenas ni malas, sencillamente ponen de manifiesto profundos cambios en uno o más niveles. El hecho de vivirlas de una u otra forma, depende en gran medida de nuestra actitud hacia los cambios, consciencia del proceso y herramientas personales.

Es por ello, que el acompañamiento terapeútico profesional colabora positivamente con nosotros en estas etapas. Y como hemos dicho en anteriores publicaciones, es importante entender que no es necesario someterse a una terapia de larga duración pero algunas sesiones pueden ayudarnos a reorientar nuestros pensamientos, emociones y acciones hacia nuestro bienestar cuando nos sentimos perdidos, desorientados o sobrepasados.

El término crisis de la mediana edad o crisis de los 40 se usa para describir un período de cuestionamiento personal, que comúnmente ocurren al alcanzar la mitad de la edad que se tiene como expectativa de vida. La persona siente que ha pasado la etapa de su juventud y la entrada a la madurez. En ocasiones, las transiciones que se experimentan en estos años, como el envejecimiento en general, la menopausa, el fallecimiento de los padres o el abandono del hogar por parte de los hijos pueden, por sí solas, disparar tal crisis.

Otros motivos de la crisis de mediana edad son: inseguridad, responsabilidad excesiva, rutina desde hace mucho tiempo, parejas conflictivas, darse cuenta de los errores cometidos, aburrimiento, falta de objetivos claros, etc

El resultado puede reflejarse en el deseo de hacer cambios significativos en aspectos clave de la vida diaria o situación, tales como la carrera, el matrimonio o las relaciones románticas pero también puede mostrarse como una sensación de estar perdido, desorientado y cansado o falto de vitalidad.

Se dice que las personas que experimentan una crisis de la mediana edad presentan una o más de las siguientes tendencias:

  • búsqueda de un sueño o meta indefinido
  • un profundo remordimiento por las metas no alcanzadas
  • deseo de lograr la sensación de juventud
  • necesidad de pasar más tiempo solo o con ciertas compañías

Esta nueva actitud ante la vida puede convertirse en un nuevo despertar maravilloso, en una motivación que nos saque de nuestra rutina y enriquezca nuestras vidas. Pero, también puede provocar una gran nostalgia que nos paralice y haga que empecemos a dormir profundamente sobre aquello que fue, olvidándonos de que tenemos todavía un montón de cosas por hacer.

Debido a las presiones sociales y familiares al cumplir cierta edad también puede ligarse con algunos de estos comportamientos:

  • abuso de consumo de alcohol
  • consumismo o adquisición de artículos caros o extraños, como prendas de vestir, autos deportivos, joyas, motocicletas, aparatos electrónicos, teléfonos costosos, tatuajes, etc.
  • demasiada atención a su apariencia física.
  • ansiedad elevada, alteración del estado de ánimo, ingesta compulsiva de alimentos sin tener hambre.
  • cuadro de depresión.

En cualquier caso, no es una enfermedad; sino una fase de transición personal, que se puede vivir con mayor o menor intensidad a excepción de los estados depresivos y/o ansiosos que pueden cronificarse si no transitan correctamente.

El cambio positivo que puede emanar de esta crisis procede en gran parte de la aceptación de que ha pasado el tiempo, sin sentimientos de rabia o impotencia. También, procede de no abandonar al presente y al futuro por prestarle pleitesía al pasado. Finalmente, podemos decir que una buena reflexión y un buen rediseño de nuestra vida, que es en realidad lo que nos está pidiendo el cuerpo, harán que sigamos adelante con la sabiduría de ahora y la inquietud joven de antaño.

El enfoque que cada persona le de a este período de crisis podrá resultar positivo o no de acuerdo a los cambios que decida realizar sobre sí mismo. El solo hecho de realizar una autoevaluación de todo lo vivido hasta el momento no tiene porqué ser algo preocupante, de hecho, es un síntoma de salud y madurez emocional realizarlo en las distintas edades y etapas de la vida.

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¿Qué podemos hacer frente a esta “crisis”?

  • Mantener la actitud positiva: No importa que todos nos hagan notar que ya estamos más “grandecitos”, es bueno saber que la edad trae experiencia, anécdotas y conocimientos. Aún tenemos muchos años por delante, y son sin duda tan dignos de ser aprovechados como los ya vividos y además la experiencia sin duda nos permitirá ir más al grano.

 

  • Disfrutar: La experiencia de haber crecido y pasado por muchas circunstancias y vivencias nos hace aún más interesantes y preparados para lo que continua. El autocontrol, la madurez emocional y ser conscientes de nuestra responsabilidad en nuestras acciones son una baza fundamental para aprovechar a tope el tiempo y las circunstancias en aquello que mejor nos haga sentir. Recordemos siempre que el mejor momento es el aquí y el ahora. La jueventud no es felicidad, debemos contribuir activa y positivamente a que cada etapa de nuestra vida sea alegre y plena con sus circunstancias y contextos.
  • Reflexionar: Estamos en la mitad de la vida. Es un buen momento para pensar en lo vivido y también en el futuro, porque aún queda la mitad por realizar pero acumulamos una gran sabiduría de vida. Atrevámonos a lo desconocido si nos apetece, a lo audaz si nos lo pide el cuerpo, a lo novedoso si nos excita, a lo imprevisto si es un buen plan, a reir, a bailar y a hacer todo lo que queramos hacer en esta vida… porque la vida no es un ensayo y ciertamente estamos aquí para ser felices a la par que responsables de nosotros y de nuestros actos, para disfrutar de lo que nos haga bien a nosotros y a nuestro entorno, para abrirnos siempre a la vida con sus sorpresas y retos independientemente de nuestra edad, de nuestras canas, de nuestros michelines y nuestra menopausia.

Yo me reto a hacer de esta etapa y de cada día el mejor momento vivido hasta ahora y te invito a sumarte.