La psicología pese a ser una ciencia joven ha evolucionado notablemente a lo largo de los años en gran medida gracias a los avances en la medicina en relación con el estudio del cerebro y ésta a su vez apoyada en el desarrollo de la tecnología.
Pero también, gracias a la cantidad de estudios científicos desarrollados y atesorados por esta rama del saber humano. Y sobre todo, porque la evolución de estas cuestiones (y la propia evolución social y personal) han ido favoreciendo el surgimiento de nuevas teorías y enfoques.
Uno de los aspectos más destacables, se relaciona con el progresivo cambio de perspectiva en la práctica clínica. Mientras que en un principio la psicología se centraba fundamentalmente en lo patológico, en lo anormal, en los problemas, en los trastornos, en lo disfuncional, las debilidades, los traumas y las inferioridades a lo largo de los años ha ido evolucionando hacia un enfoque más positivo centrado en las capacidades, el potencial, la superación, el crecimiento, las emociones placenteras, las fortalezas, los rasgos positivos de la personalidad.
Si bien este proceso comenzó con los enfoques humanistas que reforzaron sobre todo el concepto de no perder la humanidad en el proceso de comprender, sostener y colaborar terapéuticamente y de mantener el foco en aquello que nos sana, nos rescata y nos conduce a la salud. Fue a partir de los años 90 con las aportaciones de Seligman cuando tomó forma una nueva rama denominada Psicología Positiva. Desde entonces hasta ahora, se han realizado multitud de estudios científicos que demuestran la eficacia de la orientación terapéutica basada en potenciar todo lo positivo, lo que funciona bien, la construcción de condiciones nuevas favorables que eviten problemas.
Esta perspectiva tiene dos aportaciones fundamentales para las personas que se plantean la conveniencia de un acompañamiento terapéutico profesional:
1º La posibilidad de centrarse no tanto en los síntomas como en las posibilidades y habilidades a desarrollar. Esto devuelve al cliente su patrimonio. El terapeuta es más que nunca un capacitador y mediador experto, mientras devuelve al cliente la capacidad de volver a equilibrarse a sí mismo gracias a sus habilidades y capacidades innatas y a la estimulación de los talentos que pueden aprenderse.
2º Aporta y enriquece la posibilidad de una terapéutica preventiva. Deja de ser necesario sentirse y reconocerse en la enfermedad para acudir al psicólogo. Ya no es necesario adolecer de salud emocional o sentir que algo no va bien sino que abre la posibilidad de plantearse la conveniencia de entrenar el desarrollo de factores protectores y constructivos tales como la valentía, coraje, optimismo, habilidades interpersonales, esperanza, honestidad, perseverancia, capacidad de vivir con una conciencia plena, el agradecimiento, el optimismo.
Resulta conveniente reflexionar si estamos colaborándonos en alcanzar nuestro potencial de bienestar y felicidad a través de nuestros recursos psicológicos o nos conformamos con un repertorio estrecho y conocido de capacidades y alternativas.
“Mientras tenemos interiorizado individual y socialmente la conveniencia de tener una dieta sana y ejercicio regular como hábitos necesarios para gozar de un cuerpo saludable, aún no hemos tomado conciencia de que es casi más importante ejercitarnos en mantener pensamientos y emociones constructivas y ejercitar nuestras habilidades psicológicas de forma consciente y programada”.